No acostumbro a reproducir artículos, pero este me pareció muy interesante respecto al papel que juegan los intelectuales en la política:Indicador Político
Carlos Ramírez
Martes, 18 de abril de 2006
El Financiero
• Intelectuales o políticos, gran dilema.
• Elena, Fuentes, Nexos, CSG, AMLO.
La connotación de intelectuales es correlativa a la independencia del pensamiento. Cuando los intelectuales sucumben a las tentaciones del poder, su papel como pensadores críticos deja de existir. La historia del siglo XX mexicano está llena de casos de intelectuales que se subordinan a la política.
El caso de Elena Poniatowska es uno de muchos. Ahí está el de Carlos Fuentes: criticó al poder y censuró la represión de Tlatelolco en octubre de 1968, pero luego pasó a trabajar para el mismo sistema que él había acusado de reprimir las demandas sociales de democracia. Fuentes fue embajador del presidente Luis Echeverría, el mismo Echeverría que aparece demandado por la fiscalía contra la represión como responsable del tlatelolcazo y del halconazo. Y es la fecha en que Fuentes ni se deslinda ni explica.
Pero hay más casos. Ahí están los intelectuales del Grupo Nexos, cuyos beneficios económicos directos -vía contratos y negocios- lo llevaron a salinizarse y convertirse en el Grupo (A)Nexos; hoy varios de los miembros de este grupo salinista -José María Pérez Gay, Carlos Monsiváis y otros, incluyendo a la propia Poniatowska- forman parte del equipo intelectual del candidato perredista López Obrador. En premio a la lealtad, Salinas anexó el Canal 22 al Grupo (A)Nexos.
El punto central es la nada extraña fascinación por el poder que tienen los intelectuales. Enrique González Pedrero, por ejemplo, formó parte del grupo El Espectador de 1959 y se convirtió en un crítico del sistema priista. Como director de Ciencias Políticas de la UNAM condenó al poder y defendió a estudiantes en el 68. Pero en 1970 aceptó ser senador priista de Echeverría y siguió en el poder hasta que en 1997 dio el salto de la muerte al PRD.
Echeverría sedujo a los intelectuales que exigían la democratización del sistema priista, Fuentes lo defendió en el halconazo y acreditó esa agresión a la derecha diazordacista. Hoy la fiscalía antirrepresión ha pedido el arresto del expresidente por la responsabilidad del 10 de junio de 1971. Pero en el sexenio echeverrista hubo acarreo de intelectuales en aviones que viajaban a todo el mundo; aviones "de redilas", se burló Jorge Ibargüengoitia para equipararlos con los camiones de redilas que acarreaban campesinos a los mítines oficiales del PRI.
La fascinación por el poder ha desvirtuado el papel de los intelectuales. Si su función es criticar al poder, muchos han derivado en funcionarios, diplomáticos, políticos, burócratas, consejeros y cercanos al poder. "Asiduos" a las oficinas públicas, señala Enrique Krauze. Pero los significados son muy claros: la condición indispensable para asumir la posición de intelectual es la independencia del poder; cuando pululan cerca del poder, entonces pierden su condición de críticos y de intelectuales.
Carlos Monsiváis ha querido ser presentado por el ejemplo simbólico del intelectual. Cronista que abrevó en el estilo de Norman Mailer y lo trasladó a México, terminó su ciclo cuando aceptó ser asesor del presidente Carlos Salinas como consejero del Programa Nacional de Solidaridad en la Secretaría de Desarrollo Social; hoy es jilguero de la campaña de López Obrador, es decir, decidor de discursos de campaña de un candidato.
Elena Poniatowska promueve oficialmente, con cargo a su propia credibilidad, a López Obrador con un anuncio publicitario en el que avala la honestidad y transparencia del candidato perredista. Pero todo intelectual debe probar sus dichos. Por eso el escritor Luis González de Alba, el que corrió el lenguaje poniatowsko de La noche de Tlatelolco, publicó ayer lunes en su artículo de Milenio Diario que "la intervención de Elena Poniatowska metiendo la mano al fuego por la honestidad de su candidato, se explica si y sólo si, ella conoce los tres secretos mejor guardados del GDF: el padrón de pagos a los viejitos, las aportaciones invisibles de ambulantes y taxistas pirata, y los costos de los segundos pisos, obra nunca licitada y con costos ocultos por un fideicomiso. Elena debería entonces poner estos datos secretos en conocimiento de los simples ciudadanos a quienes se nos ocultan con celo, pues la transparencia, en el DF, volvió a quedar en manos de las autoridades... del DF. Sí: como aquellos tiempos en que Gobernación hacía las elecciones".
El problema de los intelectuales radica en su tendencia a operar fugas hacia delante. Ninguno de los que apoyaron y avalaron a Echeverría, trabajó para Salinas o se fascinó con Clinton ha explicado sus comportamientos. Hoy buscan lavar sus culpas con apoyos a López Obrador igualito a como lo hicieron con Echeverría y Salinas. Por tanto, la crítica en su contra no es por su condición de intelectuales sino de políticos al servicio del candidato en turno.
La función de los intelectuales no es la de apoyar al aspirante al poder. La politóloga Denise Dresser acaba de declarar a Proceso que el compromiso de los intelectuales es "aplicar el mismo rasero a todo, mantener la independencia furibunda, tratar de ofrecer respuestas y propuestas, ser la voz de los que no la tienen y estar parado del lado donde hay muy pocos líderes políticos, parados del lado de los ciudadanos".
Juan Villoro, narrador varias veces premiado y miembro del consejo consultivo para el proyecto de nación de López Obrador, declaró también a Proceso: "las campañas electorales viven de la propaganda y el ejercicio intelectual es lo opuesto a ellas. No se puede ser intelectual y hacer propaganda. El intelectual en campaña es ya político".
Queda, como definición, lo escrito por Krauze en 1996: "ni príncipes poetas, ni avatares de cihuacoatl, ni letrados de la Corte, ni teólogos que quieran máis, ni agarradores de tripas, ni firmantes de pactos tácitos, ni becarios del presupuesto, ni embajadores de lujo, ni ministros con -sin- cartera, ni viajeros en primera clase en "aviones de redilas", ni tinterillos a sueldo, ni ideólogos, ni voceros, ni asiduos. La misión de los intelectuales no es gobernar sino criticar.
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