Pues no todos los que inmigran ilegalmente a este país traen enfermedades infecciosas, como
algunos falsamente afirman. También traen talento que aportar, como es el caso del
Dr. Alfredo Quiñones-Hinojosa.
El ahora neurocirujano, profesor e investigador de la Universidad de Johns Hopkins, era un pobre trabajador ilegal proveniente de una pequeña comunidad agrícola en Mexicali, al sur de la frontera norteamericana. Las crisis económicas de finales de los setentas en México lo obligaron a inmigrar a EEUU cuanto éste era maestro de escuela.
Estando en California, estuvo recogiendo algodón, tomate y melones, viviendo en el campo en un destartalado remolque. Pero después de que un primo le dijo que iba a trabajar en esto por el resto de su vida, decidió que era hora de cambiar de aires.
Se matriculó en clases de inglés en un colegio comunitario en donde un profesor lo animó a ingresar a la Universidad de California en Berkeley. Ahí, con una beca, desarrolló una pasión por el método científico. Posteriormente fue aceptado en la facultad de medicina en la Universidad de Harvard por consejo de sus mentores de Berkeley. Durante este periodo consiguió la ciudadanía norteamericana.
El Dr. Quiñones-Hinojosa, en una
entrevista en la radio pública nacional norteamericana (NPR), dice que mucho de su éxito se lo debe a innumerables personas que le tendieron la mano durante su recorrido y que su propia experiencia como inmigrante le ha enseñado a tener una relación de respeto y empatía hacia sus pacientes, muchos de ellos con cáncer cerebral.