¡Pobre Elena, tan ingenua! Parece que le gusta ponerse a modo para que le sigan atizando de como se deja seducir y ser usada por caudillitos, ¿lo hará a propósito? Quizá, como dice Rafael Lemus en la reseña que leía, sea el cinismo disfrazado de ingenuidad con otro tipo de intenciones:
[E]n un momento confiesa que no sabe en qué se ha metido y al siguiente ya alecciona a la muchedumbre como si lo supiera. Ni siquiera está allí, jugando cínicamente un rol secundario, para atisbar la oscuridad y escribir después algunas páginas válidas.
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