José Luis Cuevas*
Mi primer encuentro con López Obrador fue hace algunos años en un restaurante chino que estaba en la calle Amsterdam.
Llegó acompañado de Enrique González Pedrero, quien nos presentó. Nada sabía yo de él. Ignoraba por completo su trayectoria política. Tenía yo frente a mí a un hombre silencioso, poco simpático. Se despidieron y fueron a ocupar su mesa. Yo había llegado acompañado de mi yerno, a quien hice un comentario: "He notado en este señor cierta antipatía hacia mi persona".
Pocos años después volví a saber de él cuando fue nombrado jefe de Gobierno. Por un periódico me enteré que había decidido retirar todo subsidio al Museo José Luis Cuevas y a otros centros de cultura. Enojado por esta absurda decisión protesté enérgicamente en mi columna Cuevario. Echó marcha atrás y, quizá por consejo de Alejandro Aura -que en aquel entonces trabajaba con él-, volvieron los raquíticos dineros a las arcas de los centros de cultura que de esta manera siguieron funcionando.
López Obrador nunca ha puesto un pie en el Museo Cuevas, a pesar de que siempre se le invitaba a las actividades. Nunca tuvo la atención de disculparse. Volví a verlo cuando en el Paseo de la Reforma se inauguró mi exposición de Animales Impuros. En aquella ocasión fue Julieta Campos quien leyó un espléndido texto sobre mi trayectoria artística. Al jefe de Gobierno lo ví a distancia, silencioso como siempre. Lo noté indiferente, o quizás aburrido. Surgió en mí la idea de que la cultura no era primordial para él.
Cuando llegaron las elecciones, López Obrador denunció que se había cometido un fraude cuando se anunció que Felipe Calderón había ganado por un corto margen. Como muchos otros, lo creímos y manifestamos nuestro descontento. Yo encabecé a los pintores que en masa acudimos a la Procuraduría General de Justicia del DF para denunciar que unas mantas habían sido destruidas por cuatro facinerosos. Ya habíamos hecho antes unos pendones en los que exigíamos se hiciera un recuento de los votos. Los autores fuimos Vicente Rojo, Gilberto Aceves Navarro y yo. El pendón mío fue el más explícito. Mi Giganta levantaba el brazo derecho sosteniendo una pancarta que decía "Voto por voto" y "Casilla por casilla". Los pendones fueron colocados en la fachada del edificio del Gobierno del DF.
Unos días después, a través de Julio Derbez, antiguo amigo mío, fui llamado por Felipe Calderón para que lo visitara en el Club de Industriales, donde tiene sus oficinas. Su intención era manifestarme su indignación por la destrucción de mi escultura Figura obscena, delito cometido por el presidente municipal Leoncio Morán, perteneciente al PAN. Me comentó ser un gran admirador de mi obra y me sorprendió que supiera tanto sobre mi trabajo de artista. Al final de la reunión que duró media hora, me pidió le firmara una litografía mía que había adquirido hacía algunos años. Cumplí con su deseo y nos despedimos cordialmente.
Al día siguiente en el diario La Jornada, apareció una foto mía en la que estoy firmando la litografía que se titula L´amour fou. Este hecho despertó la furia de los perredistas y mi pendón, en el que manifiesto mi apoyo a López Obrador había desaparecido.
Yo no pertenezco a ningún partido, pero estoy del lado de la ley. Es lógico pensar que mi admiración por López Obrador se ha enturbiado. He dejado de creer en él. Después de todo su acción de destruir mi pendón es tan intolerante como la que manifestó el presidente municipal del PAN en Colima al dañar mi escultura Figura obscena.
*A Mexican master draftsman, José Luis Cuevas played a pivotal role in Latin America's drawing and printmaking renaissance of the sixties and seventies. He is also associated with Latin America's neofigurative movement, along with artists such as Fernando Botero and Antonio Segui.
1 comment:
claro que son intolerantes... para ellos la democracia es que la ciudadanía les confirme con el voto la verdad de la que se sienten dueños...
http://biencontreras.blogspot.com/2006_07_01_archive.html
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